La definición de cualquier hobby pasa por tener auténtica pasión en el desarrollo de la actividad en este caso por el mundo ferroviario y maquetista. Agustín Romero un apasionado del tren eléctrico actualmente jubilado ha convenido llevar su pasión a toda su casa y convertirla en un auténtico espacio para su hobby.
Y es que no han sido uno ni dos, sino más de 10 años trabajando en la maqueta de trenes eléctricos que ocupa toda su casa. No es una maqueta cualquiera, está calculado hasta el más mínimo detalle y a escala. La mayoría de la maqueta total está comprada y montada siguiendo como referente fotografías de época y considerando todos los elementos para que podamos ver desde nuestra altura un país en miniatura, donde el único movimiento es el de los trenes.
Casas con maceteros, lámparas de calle, transeúntes y sobre todo locomotoras y vagones del estilo hamburgués de mitad del siglo XX. Se pueden contemplar también paisajes del pirineo Español, e incluso furgones y camiones de la II Guerra Mundial. Todos los más mínimos detalles están en esta reproducción histórica desde camionetas hasta estaciones de tren completas donde la locomotora ¡También hace parada!
Más de una veintena de trenes que pasan por estaciones insólitas o muy concurridas, atraviesan túneles, puentes y gran variedad de paisajes. Todo montado y diseñado por un solo hombre, que ha visto su sueño convertido en realidad.
Asociaciones de Amigos del Ferrocarril y Amigos de las Maquetas procedentes de Madrid, han visitado y se han maravillado de esta obra de arte, mostrando no sólo el respeto que merece Agustín Romero, sino también mucha admiración por todo el tiempo y dinero empleados en recrear su sueño.
Una fotografía en 3D de cientos de habitantes que podemos contemplar en su vida cotidiana, estando en casa, paseando por un parque o esperando en la estación. Valles y montañas provistos de vegetación y fauna. Pero lo que capta el ojo es el movimiento de los trenes que no paran y atraviesan todo el paisaje. Impresionantes puentes, pueblos, túneles y hasta establecimientos donde la luz no es la única invitación a quedarte. Pero nos quedamos sentados en ese vagón de tren que lo surca todo, hasta los sueños más ambiciosos de Agustín.
Contemplando la obra de este ciudadano de un pueblo de Cuenca, nos percatamos de la sencillez de la obra que es a la vez demasiado compleja. Trenes que salen y entran de estaciones replicadas con mucho mimo, luces en los escaparates, personas en los vagones de los trenes, cabras en los montes espesos de vegetación y guardia civil patrullando los caminos. La instalación eléctrica de tan gran obra de arte ha sido hecha a mano, diseñada e instalada de forma casera. Un microchip controla la puesta en marcha de las locomotoras, de los sonidos de los trenes, los campanarios de los pueblos y del incesante viaje de estos trenes.
Y es que Agustín no es ingeniero, sino un empleado de banca que con acierto y talento ha sacado su propio mundo de las sombras, le da más mérito a este hobby. Una pasión que desde el inicio de su reproducción no ha buscado fama ni gloria, sino ser disfrutada por todo el que pase por Minglanilla.
Cuando hablamos con Agustín nos confiesa que la obra de arte que admiramos en toda su casa no está concluida, porque en su cabeza siempre existirá algo que mejorar y ampliar, una nueva locomotora que incluir con un nuevo recorrido. Un viaje nuevo en el que le deseamos mucha suerte y que estamos ansiosos por ver y admirar.